Nacido en Madrid, en el año 1975, Pablo Méndez es un escritor vinculado a la Poesía desde su edad adolescente. En 1993 publicó su primer libro, “Palabras de aire”; y en 1994 la edición de “Una flecha hacia la nada”, le reveló como una voz poética seguida con atención. Es autor también, entre otros textos, de “Barrio sin luz”, “Patio interior”, “Alcalá blues”; libros reunidos en “Cadena perpetua” y, también, de “Ana Frank no puede ver la luna”, que fue Premio de la Crítica de Madrid, y ha contado con cuatro ediciones en España, a la vez que una en Ecuador y México, respectivamente.
Como prosista, es autor de las novelas “Guerra de brujas” y “Taller de Poesía”; así como de los ensayos “Cinco escritores en el espejo de la escalinata” y “Alba y ocaso del primer libro”. Por otra parte, ha contribuido con diversos textos en varias obras colectivas, tanto en prosa como en verso. Así mismo, ha realizado numerosas presentaciones de libros de poesía de diferentes autores, publicados por Ediciones Vitruvio y otras editoriales. Finalmente, y como poeta, cabe reseñar que posee una amplia experiencia de lecturas de su obra en numerosas instituciones de carácter educativo y cultural.
“Oh, siglo veinte”, tal y como se informa en la introducción, contiene su última producción poética; una poesía siempre plena de sinceridad y de emoción, que esta vez viene acompañada de nombres propios; quizá de espejos donde mirarse, y saberse uno más entre muchos que caminan. Certero comentario, pues la obra objeto de estas líneas posee en muy alto grado la virtud de la sinceridad, unida a su intrínseca y honda razón argumental; texto plural pero, a la vez, coherente en todas sus partes por el rico y variado numen inspirador; ése que, en el auténtico poeta, nace del remoto y sombrío ayer adolescente, transitando después hasta el permanente manantial de la inspiración interior. Características que se dan en máximo grado en el poeta Pablo Méndez, escritor sin máscara ni efectismo, ajeno a la búsqueda del lucimiento personal, siempre pretenciosa y patética. En este sentido, “Oh, siglo veinte” se nos ofrece, ligero de equipaje, limpio de maquillajes y afeites, reconociendo con naturalidad su anhelo de perfección; entendida ésta como búsqueda de la íntima y universal esencia del ser humano.
Poemas dedicados a un siglo XX, íntimo pero transferible, aunque siempre vinculado a la memoria personal. Confesión textual escenificada con singular lucidez y lógica poética, transferida a un emocional poema introductorio, el cual reproducimos íntegramente por su emotiva significación para el autor y contextual en el libro:
Pequeño recuerdo
Ahora estoy en Madrid en 1940,
mi madre, mi tía y Rosa
me despidieron en la estación de Ávila,
desde la ventanilla no quise verlas llorar,
llegué al atardecer, lloviznaba
y la estación de Atocha no parecía
aquellas fotos que vimos
en los sueños y las revistas
de antes de la guerra,
pude cenar en la pensión,
y pasé la noche lleno de frío,
mirando la puerta, agarrado
a no sé qué, queriendo imaginar
cómo sería la vida con mi padre ya
libre de la cárcel el hedor y la muerte
¿Enigmático el sentido? Puede ser; pero también entendible a través del espíritu, como toda la poesía del autor. Instantánea familiar siempre evocadora de momentos intensamente emocionales. Pasión contenida y destierro interior. Obra dividida en cuatro partes atendiendo a su devenir en el siglo que le da nombre: La Madre, El gato de Maribel, El hacha del abuelo, y Club privado. Fragmentación fundamental, respondiendo a una intrínseca razón literaria ajena, en lo adjetivo, al autor; el cual no parece haberse reservado un especial reducto para sí mismo.
Primera Parte: La Madre
Comienza con el poema titular; en el que se funden lo fatal, con su trágica escenografía tenebrosa; la muerte accidental; y el cuerpo del hijo, tendido allí en la morgue:
sereno
blanco y turbio como la nostalgia
en ese hueco
inanimado y sombrío
Muerte hiriendo el amor maternal, afligida estatua:
como una sombra turbia y enloquecida
un dolor pleno que no sabe
a qué ciencia pertenece
una soledad que tenía manos y dedos
y aullaba como un lobo
Drama y también cálido lirismo:
ternura entre los labios
amor de la madre
traer del mar cántaros, botellas o palomas
Casablanca, 1941
Leve, tal vez oculto anhelo de una bohemia aventurera, un bar americano, una salvadora copa de ginebra:
amor
pues no he sido feliz
y de ver tanta muerte
se me han borrado los ojos
al mirarme en el espejo
Sugestivo arte del caminar, siempre camino, que cantara Antonio Machado, uno de los poetas más apreciados por Pablo Méndez; junto a Paul Celan, Rainer María Rilke, Juana Inés de la Cruz, Gloria Fuertes, Juan Ramón Jiménez, Carmen Conde, Rosalía de Castro, Azorín, Miguel Hernández, Federico García Lorca y otros, citados también en el libro. Prometeica escritura del hoy autor protagonista; itinerante literario cuya tendencia confirman, entre otros, sus poemas Titanic, 1912; Alber Camus en el Retiro y ¡Oh, siglo veinte! Circunstancial historicismo, personal, escénico y convencionalista, con su luz y su tiniebla. Drama humano, cruce de palabras poéticas, flotantes como esporas en el texto hermoso, audaz y sincero.
fondo del mar
dramática danza de todo un siglo
toda la sangre del mundo
baúl de distancias
húmedo bosque lleno de voces
Melancolía de la primera juventud del poeta; el cual tenía 25 años cuando vio morir la centuria que, inexorablemente, quedaba atrás en los calendarios, pero no en el alma. Y, sin embargo, aquí estoy, confiesa Pablo Méndez:
añorándote aún,
no sabiendo cómo vivirte
en este otro siglo,
que dicen nuestro
y que detesto.
Espíritu sensible, alerta, profundo e imaginativo. Luchador infatigable que puede extenuar al poeta, pero no aniquilarle. Duplicidad pensante que lacera y estimula a la vez. Memoria de escritores y poemas; arrebato del rapsoda y análisis pautado del músico de las palabras. También, pocas veces, justiciero más allá del olvido:
Padre Casimiro
le gustaba a aquel sacerdote de mi infancia
usar su inteligencia para burlarse de sus alumnos
que entonces teníamos doce años,
nos parecía inteligente, sublime, penetrante
y reíamos sus comentarios haciendo más pleno
el acto de humillación a un compañero
pero ya digo teníamos doce años, nos faltaba
todo por entender, por vivir todo, él sin embargo
pasó la vida sin aprender nada.
Como contrapunto, grato es traer a la memoria al infortunado poeta Paul Celan (Bucovina, 1920 – París, 1970). II Guerra Mundial, estudios de Medicina, Bucarest, Viena. Profesor de idiomas en París y traductor; autor de Adormidera y memoria, De puerta en puerta y La rosa de nadie, entre otras obras; puso fin a su vida arrojándose al Sena en París, Pont Mirabeau, noche del 19 de Abril de 1970. Lamentable pérdida para la Poesía que Pablo Méndez recuerda en “Oh, siglo veinte”, dedicándole estos breves pero emotivos versos:
Paul Celan
qué frío estaba París aquella noche
todos los niños soñábamos
amar o morir en el río.
Tres poemas llenos de significado cierran esta Primera Parte: Crisis blues, Faro de Cabo Palos y Toda una vida. El primero nos dice que viajar no es la respuesta. El segundo que es extraña la luz de ese faro: cuanto más lejos estoy más cerca la veo volver y volver desde el mar de mis entrañas. Y, por último:
Toda una vida
empleé todo mi dinero
en coches de lujo, mujeres
y libros de poesía,
el resto
lo desperdicié.
Segunda Parte: El gato de Maribel
Se inicia con un poema de aliento profundo que exige una muy atenta lectura, pues muchas son las claves de unas estrofas que, en gran medida, iluminan “Oh, siglo veinte”. Reproducimos aquí el último cuarteto:
ahora ya saben por qué no he vuelto
a probar la miel y tengo ese terror
por los gatos la guerra y el frenético
impulso que hace matar al ser humano.
Después,
Pequeña conversación interpuesta
sal y alivio de tu herida,
oscuridad de tu cemento,
vagabundo poblando
tus calles vacías…
Y un nombre propio:
Ángel Sanz Briz
… tu hermoso
increíble nombre
y escuchárselo entonces
a los pájaros que quieran
celebrar y celebrar
la vida.
Momento en el que la voz poética ha iniciado ya un crescendo profundo hacia la metáfora contradictoria; luminosa y oscura a la vez:
Herencia
se escribe este poema cada día
luego vuelve al papel en blanco,
… podrás
escribirlo tú que ahora lo lees,
y será inmensamente distinto
siendo lo mismo.
Intrínseca unidad de la búsqueda poética, y filosófica. Un estilo de ser y de pensar; un renacimiento tras largas búsquedas, huellas perdidas en territorios de ardua lectura; raíces, altas ramas, nevadas cumbres, hogueras sin ceniza. Porque:
Aquí no se ama nadie
… escalera de amor y deseo
tobogán ardiente de la vida que nace
sin embargo al llegar aquí nadie, nadie
se ama…
Pero siempre existe un
Alto momento de amor y renuncia
… oh madre misteriosa,
vieja reina de mis sombras,
diabólico espejo de mis noches,
bruja ensordecedora y continua:
cómo quieres que haga: la poesía.
¿Clamor, pregunta o grito de auxilio?:
Porque lo peor no es la muerte – asumamos sus ojos de niña al final del camino – lo peor es su vieja fotografía: Cuando Hitler robó el conejo rosa. O lo que es lo mismo: inequívoca señal de que algunas historias / no terminan de pasar nunca. Como la pertinaz lectura de Las cartas del 36, que un día se arrojaron al estanque de El Retiro de Madrid:
… perla gris
húmeda y brillante
allí… se hundieron
como un siglo entero
como un país, como
la vergüenza del hombre
que llora y pide
desde la nada
de su propio corazón.
Intrahistoria y frío sarcasmo que se extiende hasta la inefable Última conversación con tío Bernardo; aquelarre de un irreverente poeta libertador de tragicómicas tiranías y máscaras de carnaval:
… seis palabras crucé con él
en los últimos treinta años; en el 92
que me dijo: si no estudias
matarás a disgustos a tus padres,
y en el 98: fue en claro fuera
de juego, imbécil…
Y justo al lado; en la página 55, un brevísimo poema viene raudo y hace justicia:
Instinto básico
hoy tienes, amor mío, gestos de actriz americana
hagamos el amor hasta el asesinato, clávame
el punzón si es preciso y que mi sangre decore
las colinas plateadas de tu cuerpo.
Le siguen cinco versos dedicados a Rainer María Rilque; aquel hermético y elocuente poeta que todos los existencialistas del mundo, del demonio, y de la carne, llevamos inyectados en vena; como escribió Albar Mahtút.
Rainer María Rilke
yo también he amado al dios del otoño
y he escrito largas cartas sin respuesta
pero no he sabido nunca elevarme
nunca perderme en ese palacio
oblicuo transparente húmedo de las flores
Y un poco más allá:
Reflexión cotidiana
tus días mejores no han llegado
y los peores los has vivido ya:
piénsalo así
no hay peor asesino
que el que se mata a sí mismo:
sin saberlo
Cierto, no hay peor homicida que el suicida. Parece lógico. De cualquier modo en Arte y, por supuesto, en Literatura, toda invención bien pensada y realizada, debe de ser verosímil. Por ejemplo, el poema de Pablo Méndez de la página 60, Conversación aplazada, entre el autor y el célebre poeta español Antonio Machado, nos hace partícipes del hallazgo de una incuestionable mariposa en el interior del ferrocarril subterráneo. Un poco más allá, justo al lado, en el Espejo de la página 61, el poeta viviente, entona un confiteor que es toda una acusación al género humano; que, por supuesto, compartimos no por convicción, sino por obligado axioma:
Espejo
robé,
mentí,
maté,
hice justo
lo que estás pensando,
estonces
¿qué soy?
no lo sé
de todas formas:
lo mismo que tú.
Aceptación ineludible del Corpus Místico del Género Humano que nos recuerda la célere metáfora Todos los Fuegos, el Fuego, de Julio Cortázar.Es decir, una amalgama del Carpintero de Nazareth, de Buda, de Freud, y de Filosofía vestida de Poesía. Porque si vivir bien importa mucho, bien morir quizá interese más. De ahí este inefable y cáustico Anuncio por palabras; vecino de Benito Pérez Galdós en el libro.
hombre gordo muy rico y en declive
busca mujer de cualquier lugar
edad y temperamento:
para no morir solo
y escuchar la dulzura
de una voz que le llore…
Verdad patética, casi mística; muy semejante a la que inspiró a Juana Inés de la Cruz, tan ferviente religiosa como sensitiva literata, a la que nuestro poeta dedica este sutil y breve poema:
hagamos el amor de la literatura otra vez
nada importan los siglos que nos separan
la luz es luz en cualquier noche.
¡Cuánto desierto, cuánto abismo, cuántas edades y circunstancias, recorren esos tres versos! A ellos siguen, como no podía ser de otra manera, muchos caminos.
Caminos
caminos
hay
para
todos
el que se equivoca
llega al mismo sitio
que el que acierta
¿Nihilismo?
Verdad
un día, dos, tres
cuatro a lo máximo sin tocar un libro
al quinto moriré seco y desdibujado
pareceré un árbol sin raíz y sin mañana
Gran poema éste. El alma del autor está en los libros; como la de tantos seres humanos que, para nuestra desgracia, no creemos en lo real; sino en la sub-realidad de la existencia. Pues, o somos surrealistas o no somos nada; es decir, metáfora de nosotros mismos. Más allá de los sentidos que se pudren. Como el idealista Peter Pan, poema de la página 67.
esto que no quisiste,
la casa o el dinero,
el coche y la piscina:
las perdidas estrellas:
los agujeros negros,
los años al fin y al cabo:
me están matando…
Poesía lograda, sin concesiones estéticas ni éticas. Poesía mayor:
… oh pájaro siniestro
llévame contigo
a recorrer las sombras
veamos amanecer en el parque
abandonado y pleno de la infancia
Añoranza existencial, pureza latente en el pensar adulto y en la remota y ya perdida inocencia de la infancia. Así lo dice, de forma tan magistral como contundente, en la calle 71 de su libro:
porque estoy borracho de mí mismo,
envenenado por una extraña fruta
que convierte en dulce mi amarga tiniebla.
Pero, Pablo Méndez no tiene dudas, aunque en Elogio del libro afirma que a veces parece todo perdido para siempre… y sólo de papel serán los sueños que me lleve. Dramática transición verbal que prosigue en Tristeza de amor y Extraño paseo melancólico, cuando a veces queda la infancia… y yo (el poeta) era el viejo olmo, hendido por el rayo y la memoria.
Tercera Parte: El hacha del abuelo
Romance de lobos, tierra de Caín.
Al comprar esta casa
el hombre oscuro turbio
delgado y siniestro
que nos la vendió
nos dijo: Todo para ustedes
sólo quiero el hacha de mi abuelo,
la que cuelga en el cuarto de la leña.
Durante mi infancia, saliendo
de todas mis pesadillas
estaba el hombre aquél,
lleno de sudor y sangre
volviendo de mi casa
con el hacha en la mano…
porque la veo todas las noches
está aquí, aquí, más brillante
honda y larga que nunca:
rozando mi cuello.
Pero, a pesar de todo, La poesía, la verdadera poesía, está sola:
disuelta en el aire
para que llegues tú
y la respires.
Sin embargo, tras recordar a Juan Ramón Jiménez:
…a veces no es tan difícil
dormir bajo la sombra del árbol perfecto…
El poema Plaza quiere reivindicar la persona y la obra de León Felipe, el cual reproducimos íntegramente por su significativa entidad literaria:
Hoy voy a escribirte un poema a ti
plaza de la República Argentina,
un poema largo y hondo
como si fuese, ojalá, de León Felipe
un poema con largos muy largos versos
que llevara cada uno de mis días
pasados en tu fuente,
sí, cada uno, mi adolescencia
en tu larga y callada sombra,
ese es el poema que quiero para ti,
casi una elegía, un pulmón
que tenga el aire
y la rabia de entonces,
todo el sueño de estar,
de no haberse movido,
de poder hablar
y decirlo todo con tanto silencio,
no sé cómo no lo hice antes,
perdóname, me dejé
llevar pero ya estoy en ello,
será este poema una canción
que me ayude a beber otra vez
todo el agua de entonces.
Dicho queda; como también el amor en las esporas del viento, en el frío de las sombras, en la neurastenia gris de las lejanas montañas. Así,
Novia de siempre
… dulce lamento
te esperaré en tu casa
que ya no es tuya,
y pasearemos
por mi barrio
que ya no es mío,
…
haremos el amor en tu portal,
y ya en el ascensor, llorarás
al saber qué corto fue aquel túnel
y qué inmenso.
Se materializa así la redacción de un proyecto de vida; se perfila el goce, la pasión, el día de mañana. El poeta es ahora un gladiador que escribe a impulsos de la pasión; imagina aconteceres, devora su propio libro vital, asciende, se eleva a las alturas desde donde una perspectiva mayor es posible. Crece el rival del Sol, se adora al hijo de sus raíces brotado como una rama de árbol. Se idealiza carnal el amor, el beso punzante bajo las almohadas, como escribió Federico García Lorca, en “Poeta en Nueva York”. Libro y autor, faro y luz en el numen creador de este complejo escritor integral que es Pablo Méndez. El cual, en su prólogo a una de sus últimas ediciones del célebre libro lorquiano citado más arriba, escribió: “… poderoso hechizo de las imágenes de Lorca que inundan todas las páginas del libro, cuando Federico arranca en cada imagen un suspiro del lector y sabe encontrar en cada circunstancia el efecto ideal, unas veces arrollador y terrible, brutalmente desangelado, otras nostálgico y certero, a veces agresivo y rebelde…”
Y Cuarta Parte: Club Privado
El incendiario. Punto álgido de “Oh, siglo veinte”; poesía que es llamarada y hoguera.
al poner la televisión
escuché en las noticias
el incendio…
nunca, nunca
he vuelto a sentir
algo tan hondo…
árboles calcinados
algo semejante a un grito,
a un dolor, era lo mismo
que divisar la caída
del pájaro más grande
e inmenso del mundo…
…
árbol donde dulcemente
amasteis a vuestra mujer, está aquí
ahora, convertido al fin en un abismo de cenizas
…
si queréis venir conmigo os diré el lugar próximo,
cuidaremos los detalles y al volver,
respiraremos juntos el jadeo hosco
adictivo, sublime del árbol cuando muere.
El acúfeno
Dicen que fueron los perros
los primeros en sentirlo,
lo cierto es que aquella mañana
la ciudad despertó con un extraño ruido,
un ruido metálico, agudo, largo
profundo como un silbo
de los que se meten dentro,
La premonición poética, latente en el poeta como tentación de su personal alfa y omega. Cero e infinito; subterráneos y etéreos infierno y paraíso, próximos ya a la catarsis poética.
… traspasó el país, y fue llegando
a los confines más reducidos
del mundo, era como una de esas lluvias
que al fin y al cabo siempre llegan…
Por amor al arte (¿de equivocarnos?)
… pasamos las tardes contemplando el arte
ahogados de aburrimiento, orgullosos, soñando
la luz de otra herencia que devuelva a esta casa
alegres series americanas y partidos de fútbol
Adjetivo el argumento, el desarrollo de la voz poética; sustantivo la intensidad en el espíritu de la imagen y la palabra; ese escozor de herida que jamás cicatriza, como un bálsamo, como una sombra unida al ser y a la nada; subliminal, egocéntrica, huyendo encadenada y libre en el sueño de todos los horizontes. Asunción de una ontológica paternidad que, prodigiosamente, nos proyecta hacia otras vidas más allá de la muerte, porque
…tú eres mi centro:
… mi silencio en voces,
mi arma completa,
mi rebeldía de años,
mi pobre corazón,
mi milagro de cada día,
mi mano llena de conchas,
mi árbol iluminado…
Culmen y astrolabio de “Oh, siglo veinte” son todos y cada uno de estos poemas imaginados y soñados por Pablo Méndez. Obra literaria mayor, de autenticidad poco frecuente; sin atisbos de vana-gloria; nacida en la hondura que anuncia el esplendor final de un poemario insigne. Epílogo emocionado que el autor dedica a la trágica realidad humana, dramática y surrealista de
Federico García Lorca
Cuando te conocí allá por 1990
yo tenía quince turbios y despiadados años
y tres colegios a mis espaldas:
entonces apareciste tú con tu asesinato
a cuestas y toda tu genialidad vertida
inmune creciendo y creciendo cada día
y lo cambiaste todo, lo cambiaste
desde sabe dónde qué lugar qué dulce
dulce y tormentoso sitio
todo te lo debo a ti, todo lo que tengo
que es más de lo que pude soñar
te lo debo a esa forma extraña
con la que llegaste a mi pupitre
a mi primera estantería
a mi enorme mañana
de chico con problemas
a ocupar mi sueño
y llenarlo de es pálpito
de ese pulmón de ese crepúsculo
que hiciste tuyo sin apenas mirarlo
por eso todos los 18 de agosto
te busco en la misma luna
que te vio morir
y bebo contigo
el licor amargo sublime
robusto de la vida
que por ti tengo.
Ramón Hernández
Madrid, a 18 de Marzo de 2014